
Si nací de lobos en la puna
En la otra calle esquina avenida he dejado
A usted, querida mía, de molestar
Y he guardado los ojos en un cajón
Y he arriado vuestra bandera
Y he tendido sábanas de luto.
Si supieras ahora cuanto disfruto
Morir de pena al recordar.
Hubiera de embriagarme
Hubiera de rodar como un erizo
Hubiera debido dejarme las alas
Hubiera de iniciarme un juicio
Más me incliné a escribir
Sin darme cuenta que andaba
Al borde de un precioso, preciosísimo precipicio.